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POSGUERRA ESPAÑOLA

 

Después de ganar la Guerra Civil Española, el general Francisco Franco, con el soporte de la oligarquía financiera, industrial y terrateniente, del ejército y la jerarquía de la Iglesia Católica, impuso al Estado español una dictadura militar que se mantuvo hasta su muerte el año 1975. Esta etapa de la historia del Estado recibe el nombre de franquismo.
Más que una doctrina ideológica elaborada, el nacionalcatolicismo franquista era una mezcla de elementos propios del fascismo, el tradicionalismo católico y el corporativismo. Las características eran el catolicismo militante, el nacionalismo españolista, y la condena del liberalismo, la francomasonería y el

comunismo.
El franquismo fue un régimen personalista del general Franco. El Caudillo
,

como se hacia nombrar, fue designado cabeza del Gobierno, del Estado

y de las fuerzas armadas de 1936. Los distintos órganos del gobierno y

de la administración eran organismos sin poder decisorio que actuaban

como asesores del jefe del gobierno, que era el responsable tanto del

nombramiento como del cese de sus miembros. Las Cortes se dividían

en “Tercios”, formados por procuradores, designados por Franco o

miembros del Movimiento, que representaban el Sindicato, las familias y

las entidades corporativas. Los del “Tercio familiar” eran elegidos en un

sufragio muy restringido.

El franquismo suprimió los partidos políticos, exceptuando la Falange

Española Tradicionalista y de las JONS. La ley de Principios

Fundamentales del Movimiento, de 1958, estableció como partido único

el Movimiento Nacional, que incluía la Falange.
Los primeros años del régimen estuvieron dominados por un sistema

fascista regido por leyes aprobadas durante o inmediatamente después

de la guerra, como la Ley de Prensa y el Fuero de Trabajo (1938),

la Ley de Responsabilidades Políticas (1939),

las de Organización Sindical (1940) y las de Seguridad del Estado (1941),

que sirvieron para reforzar el carácter represor del régimen.

Posteriormente, los sectores católicos conservadores impulsaron un

proceso de institucionalizar y el abandono progresivo del simbolismo

fascista de la Falange. El 1942 se crearon las Cortes Españolas, que

elaboraron el Fuero de los españoles (1945), la Ley de Sucesión en la

Jefatura del Estado (1946), la Ley de Principios Fundamentales (1958) y

la Ley Orgánica del Estado del 1966, las cuales configuraron el marco

político de la democracia orgánica.
El franquismo promovió la intervención del Estado en las relaciones

laborales y en el control de los derechos y deberes de los trabajadores. No existía el derecho de huelga y sólo estaban autorizados los sindicatos verticales, que reunían los obreros y empresarios en una misma rama productiva, dentro de la Organización Sindical Española. El gobierno mejoró el sistema de Seguridad Social.
Sin sindicatos ni partidos políticos, hubo un rígido sistema represivo: se restringió la libertad de prensa, de reunión y de asociación y se prohibió el uso de lenguas que no fuera el castellano. El régimen favoreció la educación privada, que estaba en manos de la Iglesia, convertida así en un instrumento de control del régimen.
A pesar de la afinidad con los regimenes alemán e italiano, la España franquista se mantuvo no beligerante durante la Segunda Guerra Mundial. La victoria de los países aliados, que derrotaron el fascismo y nacismo, comportó el aislamiento internacional de España, que en diciembre de 1946 fue condenado por la ONU.
Durante los años de la Guerra Fría, los demócratas occidentales fueron reconociendo poco a poco el régimen gracias a que éste era anticomunista. En 1953 el Estado español firmó unos acuerdos de colaboración económica y militar con los Estados Unidos. La firma del concordato con la Santa Sede (1953) y la admisión en la ONU (1955) selló el fin del aislamiento español.
Durante los primeros años del franquismo, con la necesidad de reconstruir el país después de la guerra y el aislamiento internacional, el régimen se basó en un sistema económico: la autarquía, que pretendía tener una fuerte intervencionismo por parte del Estado. Estos fueron los años de penuria económica y del racionamiento.
A partir de mediados de la década de 1950, la apertura al exterior en un momento de expansión económica internacional, dio lugar a una etapa de crecimiento bajo la dirección de un equipo de políticos y economistas, vinculados al Opus Dei, que impulsaron la integración de la economía española en el mercado capitalista internacional. En 1959 se creó el Plan de Estabilización, que recogía una política económica de liberalismo planificado y financiado por créditos extranjeros, el crecimiento del comercio internacional, los recursos de los españoles que habían emigrado a Europa y la entrada de divisas a través del turismo.
Esta etapa de expansión finalizó en 1973 con la crisis del petróleo.
Sometidos durante muchos años por la política de represión del régimen, la llegada de la expansión económica y social y la apertura al exterior favoreció el crecimiento de movimientos opositores que actuaban en la clandestinidad o desde el exilio. El activismo del Partido Comunista de España (PCE) y el Partido Socialista Unificado de Cataluña (PSUC), en la década de 1960 se añadieron el sindicato Comisiones Obreras (CCOO) y las organizaciones armadas ETA Y FRAP. Posteriormente, aparecieron diversas plataformas plurales de oposición, como la Asamblea de Cataluña en 1971.
En junio de 1973, Franco nombró presidente del Estado a Luis Carrero Blanco que, meses después, fue víctima de un atentado de ETA. Su sucesor, Carlos Arias Navarro (1908-1989), presentó un tímido intento de apertura con la Ley de asociaciones, que fue refutada tanto por el franquismo como por la oposición democrática. Las últimas ejecuciones del franquismo en septiembre de 1975, dos meses antes de la muerte de Franco, demostraron que el régimen llegaría hasta el final con sus represiones y no cedería ante nada. Se intentó la continuidad del régimen después de Franco con el nombramiento, en 1969, del príncipe Juan Carlos I de Borbón como sucesor al título de rey. Pero la coronación de Juan Carlos I en 1975, marcó el inicio de la transición hacia la democracia.

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